No importa donde mires, no importa donde estés ni lo que quieras encontrar, siempre verás un lugar que cumple una función específica dentro del territorio en el que te encuentras y dependiendo de sus características podríamos catalogarlo de público o privado.
Comúnmente nos referimos a espacio, vía, calle, plaza, etc; y lo acompañamos con el calificativo de “público”, aludiendo a la idea de que todos los oyentes saben a que nos referimos pero ¿sabemos realmente a que nos estamos refiriendo? Autores como Foucault y Jacobs señalan que el espacio público es aquel lugar donde los ciclos funcionales se superponen y van, poco a poco, construyendo ciudadanía. Para ellos, son espacios que han resistido a los cambios estructurales provocados por la evolución y el progreso. Otros autores señalan que los espacios en general hoy han mutado, se han adaptado a la sociedad y se han transformado en los espacios públicos de la modernidad. Por ejemplo, hoy las plazas han sido medianamente olvidadas y reemplazadas por el gran espacio público de la modernidad: el mall. El mall como espacio público cumple con todas las características necesarias para ser considerado el relevo de aquellos lugares donde antiguamente se construía la mayor cantidad de relaciones dentro de una ciudad: las plazas públicas. Sin embargo, como todo espacio moderno, los malls pierden una característica fundamental: tienen un ciclo fijo, no hay relevo de funcionalidades y el control ejercido por las mismas necesidades que los seres humanos tenemos, como la seguridad, hacen de este espacio un lugar pseudo-público. Richard Sennett (1977) señala que “la atomización de la ciudad, de la cual los enclaves fragmentarios como los malls, las comunidades enrejadas o las burbujas turísticas son una expresión, han puesto fin en la práctica a un componente esencial del espacio público: es la superposición de funciones en un mismo territorio lo que crea complejidad en la experiencia vivida en ese espacio.” Sin embargo, otros autores señalan que la atomización de la ciudad es parte de la vida moderna y que los espacios, en sí, deberán adaptarse a los cambios sociales que se están atravesando. Caldeira (2000) señala que “la experiencia de la vida moderna incluye la primacía de la apertura de las calles, libre circulación, el encuentro impersonal y anónimo entre peatones, el espontáneo disfrute y congregación en las plazas, y la presencia de gente de diferentes orígenes sociales mirándose, observando las vitrinas, comprando, sentándose en cafés, uniéndose a manifestaciones políticas, apropiándose de las calles para sus festivales y demostraciones, y usando los espacios especialmente diseñados para la entretención de las masas.”
El encuentro impersonal, una de las características principales nombradas por Caldeira al referirse a los nuevos espacios.
En cuanto a lo señalado por Caldeira, cabe destacar que el espacio público real, aquel nacido de forma espontánea y de ahora en adelante llamado “natural”, surge en base a una serie de condiciones: geomorfológicamente debe responder a un lugar accesible en el cuál puedan desarrollarse las necesidades humanas imperantes que fundamenten la aparición y desarrollo de ese espacio. Hoy, sabemos que los espacios públicos “artificales” (aquellos construidos por el hombre) no responden a estas características, pues el uso del automóvil está fuertemente arraigado en la sociedad y la segregación espacial produce espacios sectorizados, clasificados y utilizados por las clases sociales a las cuales ha sido enfocada su construcción. Por ejemplo, haciendo referencia una vez más al mall, éste es un centro de interacción urbana cuya ubicación, si bien se ve mermada por las condiciones geomorfológicas, no es un principio excluyente de localización, pues los avances en la ingeniería así lo permiten. Lo mismo sucede con la conectividad, hoy en día la ingeniería se encarga de mantener “el mundo conectado”, o por lo menos eso es lo que proyectan los medios de comunicación centrados en las grandes urbes del mundo. Ejemplo de esto es el “Portal La Dehesa” ubicado en Santiago, comuna de Las Condes, donde la ingeniería permitió crear un espacio de recreación pública enfocado a las familias ABC1 de los barrios colindantes, pero donde la presión social, de una u otra forma, ha generado un espacio excluyente. Además se encuentra entre 2 cerros cuya pendiente es bastante elevada y hasta donde la locomoción colectiva no llega con tanta frecuencia, pero aún así es frecuentado por aquellas personas que, en sus vehículos, han disminuido los problemas de conectividad.
Portal La Dehesa: fachada frontal. Fuente: fotografía propia.
Para finalizar, y luego de este planteamiento teórico-práctico, quisiera dejar sobre la palestra algunas de las interrogantes que iré desarrollando durante los próximos días: ¿Existe el espacio público o aquel concepto no es más que un imaginario desaparecido y que la memoria colectiva se resiste a olvidar? ¿Qué tan partícipes somos nosotros, los seres humanos, en la aparición, desaparición o mutación de los espacios? Y por último ¿Somos culpables de la segregación – fragmentación que constantemente están sufriendo los territorios dado la multiculturalidad que presentan los espacios hoy en día y que podría generar los principales problemas socio – territoriales que se ven en la actualidad?
BIBLIOGRAFÍA
SALCEDO, Rodrigo. El espacio público en el debate actual: una reflexión crítica sobre el urbanismo post-moderno. EURE [en línea]. 2002, vol. 28, no. 84. Disponible en: <http://www.eure.cl/numero/el-espacio-publico-en-el-debate-actual-una-reflexion-critica-sobre-el-urbanismo-post-moderno/>
SALCEDO, Rodrigo. El espacio público en el debate actual: una reflexión crítica sobre el urbanismo post-moderno. EURE [en línea]. 2002, vol. 28, no. 84. Disponible en: <http://www.eure.cl/numero/el-espacio-publico-en-el-debate-actual-una-reflexion-critica-sobre-el-urbanismo-post-moderno/>